Con 13 años, Jesper Lindell era un tímido chico convertido en la gran promesa del fútbol de su ciudad natal, Ludvika, un pueblo de clase trabajadora a un par de horas al noroeste de Estocolmo. Pero en un lance del juego, se rompió una pierna y se vio repentinamente confinado en su habitación y sentado en una silla de ruedas. Su hermano mayor Anton trató de animarle con una guitarra acústica y le enseñó un par de acordes. Cuando se recuperó, decidió dejar el fútbol por la música y formó su primera banda. La lección estaba aprendida; es posible convertir la adversidad en algo bueno.
Desde el principio, su familia y amigos comprendieron que en la música, Jesper estaba en su elemento. Aquel joven tímido había encontrado una nueva vía para expresarse. No sólo con la guitarra, sino cantando y componiendo. “Todo era tan fácil y natural para mi hermano que no podía evitar envidiarle”, dice Anton, que ha sido su mayor fan y bajista desde el primer minuto.
Menores de 16 acompañados de padre, madre o tutor legal.
Organizado por Sala Clamores.